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La creación: Aunque existen teorías que tratan de explicar la creación de forma científica (ej. teoría del “big bang” o “gran explosión”), todos esos planteamientos suponen la creación como un suceso al azar y del azar no podemos esperar precisión ni “sincronización”. Por eso, cada día nos convencemos más de que tanta perfección y tanta belleza no pudieron originarse de un accidente; lo que nos lleva al siguiente punto: el diseño. 
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Diseño: El diseño de “todo” nos lleva a la conclusión de que tuvo un creador. Cuando ves el monte Rushmore, por ejemplo, no lo ves y piensas que es una formación rocosa natural... pues lo mismo sucede con el universo: “no podemos verlo y pensar que fue creado por la nada, por un accidente”, porque su sincronización y sus relaciones no nos lo permiten; por ejemplo, existen millones de planetas girando alrededor de una estrella, pero también existen millones de electrones girando alrededor de un núcleo (relación y sincronización). Y, aunque esto no prueba nada y podría ser una simple casualidad (cuyas probabilidades son astronómicas), para una mente abierta e imparcial, el diseño del universo no es nada más que asombroso.
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La huella: El ser humano es la prueba indubitable de la existencia de Dios, por su necesidad de creer en Él y de temerle o amarle, independientemente del tiempo o cultura. Pero, ¿qué pasa, entonces, con la “existencia” de otros dioses, como Afrodita, Ades, Zeus, etc.? ¿Cuál es su diferencia con el Dios de la Biblia?
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Los dioses griegos son fruto de la necesidad del ser humano de explicar el mundo que les rodea; de ahí que todos esos dioses tuvieran que ver con el sol (apolo), el trueno (zeus), la belleza y la pasión (afrodita) o la muerte (Ades). Dios, en cambio, más que desenvolverse en un área o ser especial por tener un poder, es todopoderoso, infinito e intemporal (por eso, Dios no predice su muerte, como lo hicieron los dioses olímpicos, al decir que morirían cuando nadie los recordase). Pero sobretodo, en la mitología el hombre busca hacerce Dios; mientras que el cristianismo, es Dios quien se hace hombre: ¡Jesús!